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domingo, 22 de enero de 2012

La mula falsa y la noble



Como cada mañana, Cirilo y su hijo Blas, salían del pueblo con sus dos mulas camino del monte, rico en robles, para hacer dos cargas de leña. Blas, que tenía doce años, iba montado en una de las mulas y su padre andando, porque la otra era una mula falsa y no se dejaba montar casi nunca.
Después de recorrer unos cinco kilómetros llegaron por fin al monte, Cirilo ató a la mula falsa a un roble y a la otra la dejó en libertad.
Con la ayuda de un tronzador, que como sabéis, viene a ser como un serrucho grande con un mango en cada extremo, Cirilo cogiendo por un lado y Blas por otro, comenzaron a serrar uno de los robles.
El pobre Blas sudaba como un pollo.
- Descansa un poco hijo, tú no tienes que hacer mucho fuerza, de eso me encargo yo. Sólo tienes que sujetarlo con fuerza.
Cuando el roble estuvo abatido, con unas hachas fueron cortando las ramas y haciendo trozos de las más gruesas.
- Bueno Blas, vamos a descansar un poco mientras comemos, luego seguiremos.
Cirilo sacó de las alforjas la tartera que había preparado su mujer Mª Cruz. Aquel día tocaba patatas con bacalao; hizo un pequeño fuego para calentar la comida y cuando estuvo lista, se pusieron a comer, teniendo como mesa una gran piedra y como asientos, las albardas de las mulas.
El día estaba raso, pero hacía un frío que pelaba.
- ¿Quieres un poco de vino de la bota, Blas?
- No me gusta el vino, padre.
- Pues toma un poco sólo, porque si bebes agua, con el frío que hace, la comida se te va a hacer en el estómago una bola de piedra.
Blas tomó un poco de vino, puso cara de asco y le pasó a su padre la bota.
- ¡Tome, tome, que esto parece vinagre!
Cirilo echó una carcajada, magreó con ambas manos la bota, hasta que ésta, harta de sobos, echó un soplido, para indicarle que ya no tenía nada que rascar.
- ¡No sabes lo que te pierdes, Blas! El vino tomado con moderación es muy bueno, para el corazón y para la digestión, estimula los jugos gástricos. Eso sí, cuando se abusa, como con todo, es causa de problemas muy serios. Ya lo decía un sabio, cuyo nombre no recuerdo en este momento: “De nada, demasiado”. Desde muy antiguo el vino estaba ya en las mesas de ricos y pobres, y mira en qué estima no le tendrían que Jesús en la última cena lo utilizó para convertirlo en su sangre.
- Sí padre, pero yo he leído en la historia sagrada que Noé cogió una borrachera de padre y muy señor mío.
- Ya te he dicho antes Blas, que podemos usar de casi todo, pero de nada demasiado. Ahí esta parte del secreto de la vida, en el equilibrio y el autocontrol, en cuanto nos pasamos, lo pagamos... Virginia, una amiga nuestra dice: “¿Quién por un gustazo, no recibió un trancazo?” Y tiene mucha razón hijo, así que aplícate el cuento, desde ya mismo para caminar por la vida dignamente.
Cuando terminaron de comer, se pusieron manos a la obra para terminar la faena, al fin. Ya tenían dos montones de leña para cada mula.
- Blas, tráeme, por favor, la mula noble para irla cargando. Tú me vas acercando la leña y así terminamos antes.
Cuando terminaron de cargar a la noble, cogió Cirilo a la falsa, la ató a un árbol y comenzó a ponerle la leña encima.
Nada más que sintió el peso de la primera rama comenzó a cocear y a moverse a un lado y otro.
- ¡La madre que te parió! ¡Pero es que siempre me vas a hacer lo mismo! ¡A ésta la mato yo! ¡Cabrona, que eres una cabrona!
Cuanto más la gritaba, la mula más se encrespaba.
- ¡Déjela, padre! A palos no va a conseguir nada, a lo sumo que le atice una coz.
- ¿Pero es que esta mula va a poder conmigo? ¡La mato antes!
- Es natural que pueda con usted, padre, lo contrario vendría a demostrar que es usted más mula que ella.
- Tienes razón hijo, pretender que una mula deje de serlo, sería algo así como varear un castaño y esperar que caigan nueces.
- ¿Y qué hacemos ahora con la carga que le correspondía a ella? Después de los sudores que hemos pasado para cortarla.
- Voy a ver si la noble aguanta un poco más de peso.

Poco a poco fue echándole leño a leño la carga de la otra y como ésta no decía nada, terminó con toda la leña que había en el suelo.
- ¡Esta sí que es una buena mula, Blas!
- Lo que es padre, es una gilipollas, una cosa es ser bueno y otra imbécil ¿no le parece padre?
- Pues sí hijo, pero, ¿qué quieres?, la vida es así.
- Pues no está bien eso, padre.
- Ya lo sé que no hijo. Porque lo mismo ocurre con las personas, les das el pie y te toman la mano. Esta mula me está hartando ya, cualquier día la hago chorizos.
- Quizá la culpa la tiene usted, por no haberla domado desde un principio. Ya sabe que el árbol pequeño necesita, para no torcerse, una estaca al lado. Y si esta mula hubiera recibido leña desde un principio, ahora no sería tan mula, y al estar familiarizada con la leña, no la extrañaría tanto cuando se la pusieran encima.
- Puede que tengas razón hijo, esto me pasa porque soy muy blando y así, el que quiere, se me sube a la chepa, como tu abuela materna.
- ¡Bueno padre lo de la abuela ya es de risa! Te llama calzonazos, vago, etc. y tú no dices ni mú.
- ¿Y qué quieres que haga, hijo? Si digo algo, se me echa tu madre encima y yo, por que haya paz, me callo. Pero un día me va a hartar y la voy a hacer picadillo.
- Pues a este paso, padre, con los chorizos de la mula y los que salgan con el picadillo de la abuela, podemos poner una charcutería.
- ¡No digas tonterías! Y vámonos, que pronto se va a hacer de noche.
- Vale, padre. ¡Arre, arre, mula!
- ¡Cuando lleguemos al pueblo, te vas a enterar de lo que vale un peine! - le dijo Cirilo a la mula falsa. Aunque bien pensado, mejor que el peine, cepillarte de una vez.

Moraleja:
Lleno está el mundo señores
de mulas falsas y nobles.
Las primeras que se pasan,
las segundas que no llegan.
Si abusan de ti, amigo
la culpa es tuya, querido...

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