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domingo, 22 de enero de 2012

El salmon real y el leño


¿Quién no ha oído hablar alguna vez de la proeza que tienen que hacer los salmones cada otoño para llegar a las fuentes del río que les vio nacer, para desovar?

Hay salmones de muchas especies:

El salmón perro de 4 o 5 kg de peso, el salmón jorobado de 2 a 3 kg de peso, y el salmón real de 12 a 45 kg.

Todos los salmónidos viven en el hemisferio norte, unos en el Atlántico y otros en el Pacífico. Los del Atlántico vuelven como los demás a desovar a los ríos y una vez conseguido regresan de nuevo al mar. Por el contrario los del Pacífico suben a desovar y como el trayecto es tan largo, mueren tras el desove.

El salmón del cuento que nos ocupa ahora, llamado Lorenzo, es un salmón real. Había pasado las estaciones de la primavera y el verano en el mar de Bering con muchísimos más de su especie. Llegó el mes de octubre y una fuerza compulsiva y genética hacía días que le impulsaba a adentrarse por la desembocadura del río Yukón, río arriba en un recorrido infernal de más de 3.800 km.

Nuestro salmón veía cómo una gran cantidad de salmones hacían lo mismo que él. Se acercaban a la desembocadura del río y como si supiesen lo que les esperaba una vez iniciado el recorrido daban vueltas y más vueltas, pero no acababan de decidirse. Y no era de extrañar, eran 3.800 km de recorrido, o sea unos 64 km diarios durante dos meses. El nivel del río iba ascendiendo 16 cm por km recorrido, llegando a 660 m en el último tramo.

Nuestro amigo Lorenzo vio de pronto cómo una hembra de su especie, hermosísima, de unos 20 kg, azulada de lomo, la otra mitad del cuerpo un poco sonrosada con pintas negras y el bajo vientre de un tono azul claro, se introducía  en la desembocadura del río Yukón.

No se lo pensó dos veces y dijo: “a ésta me la cepillo yo al final”.

Y nunca mejor dicho, pues la hembra no pondría los huevos hasta llegar al fin del recorrido, unos 2.000 huevos por kg de peso, que ¡¡manda huevos!! En este caso 40.000 huevos.

Felipa, que así llamaremos a la hembra, a medida que avanzaba se iba contoneando, toda vez que se dio cuenta de que Lorenzo la seguía y apretaba más la marcha.

-          ¡¡Qué huevos tiene la tía!! Voy a necesitar más de dos para darle alcance.

-          ¡¡Ánimo Lorenzo, que esto es sólo el comienzo!! - le gritaba Felipa mientras sonreía pícara e insinuante.

Lorenzo echó la vista atrás y pudo ver que tras de sí venía un banco enorme de salmones, que venían pisándole los talones. Aceleró la marcha, pensando en Felipa, no fuese que alguno le adelantase y se la quitara.

-          ¡Para Felipa, no vayas tan deprisa!

-          Yo no paro Lorenzo, si acaso desovo y eso será al final, así que aprieta el culo.

Lorenzo apretó el culo y los dientes y por unos  instantes tocó la aleta caudal de Felipa. Ésta giró en redondo y sin querer rozó los labios de Lorenzo.

-          ¡Ya te tengo en el bote!

-          ¡No seas cipote!, ha sido un accidente.

-          ¿Qué es eso de cipote? ¡Buscona, que eres una buscona!

-          No me refería a lo que tú estás pensando, sino a lo que entienden en Colombia por cipote: tonto o bobo.

-          ¡Ah! Pensé que iban los tiros por otro lado.

-          ¡Ya! Vosotros los machos siempre pensando en lo mismo.

-          ¿Qué te parece Felipa, si de ahora en adelante nadamos juntos? Se nos hará más corto el camino.

-          Vale Lorenzo, pero no trates de aprovecharte, yo no seré de nadie hasta al final, de aquel que consiga llegar hasta la meta junto a mí.

-          Como tú quieras Felipa, ya veo que tienes muchas escamas….

Ya llevaban más de la mitad del recorrido cuando vieron cómo venía en dirección contraria, a favor de la corriente, un leño enorme, que de no esquivarlo les hubiera dado en todos los morros.

-          ¿Quién eres tú? - preguntó Lorenzo.

-          Yo soy un leño, ¿y vosotros?

-          Nosotros somos dos salmones.

-          ¡Ah!, ya he oído hablar de vosotros. Sois esos chiflados que vais siempre contra corriente, despedazándoos por el camino hasta llegar arriba. ¡Estáis como chotas! ¡A quién se le ocurre semejante barbaridad! Con lo cómodo que es dejarse llevar por la corriente, sin ningún esfuerzo.

-          Pero tú, ¿sientes algo, amigo leño?

-          ¿Yo? Nada. Tanto me da que el agua este fría, como caliente, que salga el sol o que se ponga, que llueva o que escampe. No sé lo que es tener hambre de ningún tipo, comida o sueños. No sufro por nada, ni por nadie, tampoco disfruto de los placeres que dicen saborear otros, tanto me da estar vivo que muerto. Pero como no echo de menos todo eso vivo tan tranquilo,  la vida es muy sencilla cuando uno se deja llevar.

Tomó la palabra Lorenzo y le dijo:

-          Amigo leño, vivir es sentir, amar, odiar, envidiar, sufrir, gozar, mirar, admirar, oír, escuchar, renegar, esperar, desesperar, pensar, dormir, despertar, soñar dormido y despierto. Tener fe, esperanza y caridad.

-          ¡Para, para! ¡Vaya retahíla! Lorenzo, eso que tú dices a mi me trae sin cuidado, no lo siento, por tanto no lo necesito, ¿comprendes?

-          Te comprendo leño, pero te compadezco. ¿Cómo puedes decir que estás vivo? Eso es estar muerto en vida.

-          ¡Perdóname Lorenzo que le conteste yo! - dijo Felipa. Mira amigo leño, mira nuestros cuerpos, nos vamos dejando la vida a jirones por el camino, pero no nos importa, tenemos una meta y una misión que cumplir. ¡Dejarnos la vida para dar la vida! Es doloroso, pero al propio tiempo hermoso. Gran parte de los que vamos hacia arriba no llegamos, morimos de agotamiento y seremos pasto de las águilas calvas o los osos. Pero aún esos, mientras lucharon se sintieron vivos y luego sirvieron para mantener la vida. Tú ¿para qué sirves? De un lado para otro, no yendo a ninguna parte, sino donde te llevan, ¡qué pena me das!

-          Y ¿qué quieres que haga, Felipa? Soy un leño desde que nací, no puedo ser otra cosa.

-          Sí, tienes razón amigo, no pensaba en ti cuando decía todo lo anterior, sino en los que no habiendo nacido leños se comportan como tú. La vida es lucha, vivir es gozar y sufrir y la quietud interior es morir.

-          No te esfuerces Felipa - le dijo Lorenzo. ¿No ves que es un leño? No te comprende.

El leño se despidió dejándose dar un giro, río abajo y murmurando.

-          ¡Para qué tantas monsergas! ¡Pues no es cómodo dejarse llevar!

Después de otro mes de dura lucha nadando contra corriente, en un río cada vez más empinado, llegaron a su destino Felipa y Lorenzo, seguidos por millares de salmones. Ambos estaban exhaustos, con sus cuerpos desgarrados por las rocas. Se miraron el uno al otro y se dijeron:

-          Aún nos queda lo mejor para cumplir con nuestra misión.

-          Yo, Lorenzo, voy a ponerlos huevos.

-          ¡Aún te quedan Felipa!, porque para llegar hasta aquí hay que echarle por lo menos un par de ellos.

-          ¡No seas tonto Lorenzo! A mí me quedan aún muchos, mas mérito es el tuyo, el de haber llegado aquí con sólo dos…

Se pusieron manos a la obra. Cuando Felipa desovó, Lorenzo echó su esperma encima. Pasaron unos días y cuando ya estaban casi agonizando pudieron ver cómo los huevos eclosionaban y de ellos salían unos juguetones alevines.

-          Ya podemos morir tranquilos Felipa, nuestra vida y nuestra muerte, no han sido en vano. Gracias a dios y a nosotros, la vida continúa.

Se fundieron en un abrazo con sus aletas pectorales y suavemente expiraron.

Moraleja:
Lo más sencillo, ser leño.
Dejarse llevar, no ir.
Ser un esclavo, no dueño.
Eso para mí, es morir.
Yo prefiero ser salmón.
Luchar siempre con tesón,
nadando contra corriente,
aunque se ría la gente.



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