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domingo, 22 de enero de 2012

El niño mimado y el gitanillo


El invierno era muy crudo aquel año. La nieve era abundante y el frío intenso. Debajo de un gran puente de la autopista sobrevivían unas cuantas familias gitanas, acompañados por el griterío de sus churumbeles, que correteaban alrededor para matar el frío y el hambre. Con puertas recogidas de la basura y ropas viejas, tenían una hoguera permanente, ellos la rodeaban formando un círculo.
Sujeta con unas piedras, humeaba una gran lata; no contenía otra cosa que agua, trozos de pan viejo y algunas patatas robadas de las huertas próximas. Mientras todo aquello estaba listo para ser comido, todos los gitanos se echaban unos cánticos flamencos, y los más bailaban con gran entusiasmo. Una vez que el cocido tan peculiar estaba listo, cada miembro del grupo, con un bote de leche condensada vacío y roñoso, esperaba su turno para recibir de manos del jefe del clan su ración correspondiente. Por unos pocos minutos reinaba el silencio, justo el tiempo de engullir aquella bazofia. Tan pronto como terminaban de comer, los cánticos y los bailes se sucedían sin interrupción hasta la hora de la comida siguiente.
A unos quinientos metros de allí, se divisaba un grupo de chalés adosados. Uno de los gitanillos, llamado Jesús, preguntó a su mamá:
- ¿Qué es aquello de allí?
Su madre le dijo:

- Jesús, son casas muy lujosas, donde vive gente de mucho dinero.
- ¿Y por qué nosotros no tenemos, ni dinero, ni casa?
- Sería largo de explicar hijo, pero trataré de responderte lo mejor que sé. El mundo es muy grande, hay mucha gente, unos blancos, otros negros, etc... Esos colores de piel los produce el clima; luego hay ricos, menos ricos y pobres como nosotros. Los ricos se hacen con las loterías, las herencias, con el sudor de su frente, o con el sudor del de enfrente... Estos últimos son los que más abundan. Los menos ricos, son aquellos que con su trabajo, o con malas mañas, tratan de ser como los anteriores. Pocas veces lo consiguen, viven muchas veces por encima de sus posibilidades, engañándose y engañando a los demás. Pero al fin amargados porque engañarse a uno mismo es muy difícil... Y nos quedan ahora los pobres. Dentro de esta clase los hay de muchos tipos: pobres, que tienen su trabajo y un hogar humilde y viven felices, ni envidiosos, ni envidiados, pues no es más rico hijo, el que más tiene, sino el que menos necesidades se crea... Hay ricos tan ricos, tan ricos, que solamente tienen dinero, y eso Jesús, es muy triste. Como puedes ver, nosotros no tenemos ni casa, y muchas veces cantamos para distraer el hambre; pero nos tenemos nosotros, nos queremos, nos ayudamos cuando alguno lo necesita, nos defendemos todos juntos, si alguien nos ataca. Formamos todos una piña, para lo malo y para lo bueno. Creemos en Dios, amamos al sol, el aire, la verdadera libertad, que no está en tener, sino en ser... no es que digo yo hijo, que los ricos sean todos malas personas y que no puedan ser felices; pero qué difícil es servir a dos señores a la vez. La mayoría de las veces, esto no falla, hay que elegir: o se tiene dinero, o se tiene vergüenza. Tener dinero y no ser su esclavo, es muy difícil, salvo que se sea muy sabio y muy humano. Y tener vergüenza y dinero al mismo tiempo, es cosa rara. Por tanto Jesús, en este mundo hay que tomar postura, y nosotros desde muchas generaciones atrás optamos por ser, y dejamos de lado el tener, y esto es lo que hay, hijo. ¿Has comprendido lo que te he dicho, Jesús?
- Sí, madre, pero me gustaría tener una casa como aquélla y mucho dinero.
- ¿Reniegas de lo que eres y de los padres que tienes?
- No madre, a ti también te llevaría conmigo, y a padre.
Un día, sin que el grupo se diera cuenta, Jesús se encaminó todo decidido al grupo de chalés. Se agachó para no ser visto debajo de una de las ventanas, y pudo oír, cómo una voz dulce de mujer llamaba a su hijo:
- ¡Dámaso, levántate cariñín! Que ya tienes el desayuno en la mesa y se te va a enfriar.
- ¡Ya voy, mamá!
Jesús levantó un poco la cabeza y pudo ver una habitación preciosa, llena de juguetes y en una bonita cama a un niño como él, que se estiraba y bostezaba mientras intentaba levantarse.
- ¡Mamá, mamá!

- ¡Chis, chis! - se apresuró a decir Jesús.  ¡Calla, que no voy a hacerte ningún daño! Sólo estaba mirando.
- ¿Qué quieres tú, y quién eres? - le dijo Dámaso.
- Soy, como puedes ver, un gitanillo y me llamó Jesús.
- ¿Y qué haces aquí?
- Quería ver cómo vive la gente que tiene mucho dinero - le respondió Jesús.
- ¿Tú no tienes dinero? - respondió Dámaso.
- Ni dinero, ni casa, y muchas veces ni siquiera comida.
- Pues pasa y desayuna conmigo, a mí me sobra de todo, menos compañía. Casi siempre estoy solo y me aburro mucho.
- Pero, ¿cómo puedes aburrirte teniendo de todo? No lo entiendo - le dijo Jesús.
- Pues por eso precisamente, porque no me falta de nada, pero sí con quién jugar con ello.
- La verdad, Dámaso, que no entiendo. Yo sólo tengo un caballo que me ha hecho mi padre con un trozo de madera y no me separo de él ni un momento. ¡Hasta hablo con él! Y tú dices que te aburres teniendo tantos juguetes. Si yo fuera tú, me quedaría afónico de hablar con unos y con otros.
- No creas Jesús, ya te cansarías de todo como yo. Es mejor tener menos pero tener cariño a lo que tienes, que nadar en la abundancia, y no saber qué coger, porque no tienes cariño a nada.
En esto apareció la mamá de Dámaso:
- ¿Qué hace ese gitano aquí? ¡Fuera, fuera de aquí ahora mismo!
- Mamá, por favor, no le eches, es un niño como yo, es muy bueno, quiero que se quede para jugar conmigo.
- Tú ya tienes niños de tu clase para jugar, y no un gitano.
- Señora, soy un gitano, pero también un ser humano. No tengo yo la culpa de haber nacido así.
- Puede, ¡pues la tendrán tus padres, que son todos unos vagos y ladrones!
Jesús se echó a llorar y se retiraba de allí lentamente, cuando la mamá de Dámaso le llamó:
- ¡Niño, niño! Ven, por favor. Perdona, por haber sido tan dura contigo. Al fin y al cabo tienes razón, qué culpa tienes tú de lo que sean tus padres. Y quizá ellos, de lo que fueron los suyos. ¿Quieres desayunar con Dámaso?
Jesús, con la cabeza entre los hombros, se fue acercando lentamente hasta llegar a la altura de la señora. Esta le echó el brazo por el hombro cariñosamente y le condujo junto con Dámaso al comedor..
- Vamos, siéntate y come lo que quieras.
Ante los ojos de Jesús había una mesa pantagruélica, zumo de naranja, tostadas con mermelada, pasteles, etc... no podía creerse lo que le estaba sucediendo; si bien al principio estaba un poco remiso, no tardó en tomar confianza ayudado por el hambre. Comió de todo y cuando no le veían, al menos eso creyó él, se llenó los bolsillos con el resto. La señora le dejó hacer, su odio y asco se habían convertido en pena.
Después de desayunar, subieron al cuarto de Dámaso y éste se lo pasó como jamás en su vida.
- Mamá, deja que se quede Jesús, por favor.
- No es posible cariño, no lo podéis entender ahora pero la vida es así, a algunos nos marca desde el principio, para bien o para mal, quién sabe, a todos nos falta algo, nadie lo tiene todo. Lo único que lamento es que este niño no tenga la posibilidad de comer todos los días, y más importante aún, que no pueda ir a la escuela, como decía Mark Twain en el libro Príncipe y mendigo: "Cuando sea Rey, haré que nadie de mi pueblo carezca de pan y cultura, que de poco sirve estómago lleno si el corazón y el cerebro pasan hambre..."
Estaba anocheciendo, la madre de Dámaso le dijo a Jesús muy amablemente que era muy tarde, que sus padres puede ser que le estuvieran buscando. Y pese a que Dámaso se resistía con lágrimas en los ojos, no les quedó otro remedio que despedirse, no sin antes prometerle Jesús que volvería algún día a jugar con él.
A mitad de camino se encontró Jesús con parte del grupo que le había estado buscando.
- ¿Pero dónde te habías metido? - le dijo su madre.
- He estado en otro mundo.
- ¿Qué dices?
- Sí, madre, en un mundo que está dentro de éste, pero que es para otros...
- ¡Déjate de bobadas! Y no vuelvas a alejarte jamás de los tuyos y de tu mundo, cada mochuelo en su olivo.
- Vale, vale, madre.
 
Moraleja:
Se diría que al nacer
 como en obra de teatro
y sin poder nada hacer
 se produce ya al reparto.
Aquel será un día rey
no importa que sea un buey,
 el otro será gitano
aún siendo listo y humano.
 Eso sí que es cachondeo,
lo veo, y no me lo creo...

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